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Estamos acabando la segunda campaña electoral del año y debo de reconocer que estoy más cansado y hastiado de la exaltación de la mentira por la clase política española que de la ola de calor que nos está azotando en este tiempo. ¡Y eso, que soy cordobés y llevamos varios días con más de 40º!

Cada debate y cada intervención de los lideres de los diferentes partidos que escuchamos en estos días, apuntala y hace crecer la antipatía a la denominada “clase política”, pues la percepción generalizada es que todos los políticos mienten impunemente. Está claro que toda generalización es necesariamente injusta, pues yo mismo tengo el gusto de conocer y mantener relación con muchos de ellos, de diferentes ideologías, que hasta el momento han evidenciado su honestidad.

El posmodernismo decía en su momento que no hay verdad absoluta y ahora, que vivimos en tiempos de la llamada posverdad, se ha transformado la mentira en un arte por sí mismo. Para indagar mejor en este arte podemos recurrir a algún referente que nos ayude a contextualizar este fenómeno de la mentira política.

En estos días se ha citado en muchos artículos a Jonathan Swift, autor de El arte de la mentira política, escrito en el siglo XVIII. Él decía que “todo el mundo miente: los ministros engañan al pueblo para gobernarlo y este, para librarse de aquellos, hace circular chismes calumniosos y falsos rumores”.  Entonces, Swift se plantea si “¿conviene engañar al pueblo por su propio bien?” ¡Y su respuesta es que sí!, pues considera que la masa de gente es crédula y la mentira es su elemento natural y, por tanto, debe ser gobernada con la mentira. Como dirían algunos, ¡hay caldo de cultivo para la mentira!

Repito… hace tres siglos que se escribió esto y parece que es una descripción de lo que ocurre hoy en día. Pero concluyendo con el hilo de pensamiento de Swift, el termina con una pregunta: “¿Y cómo se contrarresta una mentira política? ¿Con una verdad o con otra mentira?”. Cualquier cristiano, con un pensamiento bíblico, consideraría la importancia de que la verdad prevalezca siempre, pero nuestro autor, basándose en la credulidad popular de la gente concluye que la mejor manera de destruir una mentira es oponerle otra.

¡Esto nos revela lo que vivimos en nuestra sociedad! ¡La verdad siempre queda en fuera de juego! Y esto provoca que muchos lleguen a creerse sus propias mentiras.

Espero que todo esto no te quite las ganas de votar porque, por desgracia, la mentira no sólo es atribuible a la clase política, sino que está más generalizado de lo que nos gustaría pensar y es más antiguo de lo que podríamos recordar. Ya para el filósofo Immanuel Kant, la mentira era “un mal radical innato en la naturaleza humana”. Pero me quiero remitir al relato bíblico donde se nos relata como Poncio Pilatos tuvo la arrogancia de preguntarle a Jesús “¿qué es la verdad?” (Juan 18:38). ¡A Jesús!, ¡que es la personificación de la verdad! (Juan 14:6) Esa pregunta de Pilatos vino a raíz de que Jesús le había revelado previamente el propósito de su vida: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37)

El enemigo en común de toda la humanidad, Satanás, fue llamado por Jesús “padre de la mentira” (Juan 8:44) así que, todo lo que está bajo la cobertura de la mentira entra en la potestad y en los dominios de las tinieblas. Sí, efectivamente, este mundo está caído, roto, sin fundamentos, donde la mentira se eleva a la categoría de arte para manipular a todos y la única posibilidad de un cambio profundo, pleno, real y permanente no está en ninguna ideología ni en ningún líder carismático. Sólo está en Jesús, que es la verdad.

Esto nos hace pensar, y recordar, que nosotros, los que nos consideramos discípulos de Jesús, hemos de ser como nuestro maestro: testigos y defensores de la verdad, pues tan importante es seguir la doctrina de Jesús como su ética. Pero no caigamos en el error de defender apasionadamente “verdades” temporales, sesgadas o condicionales de la manera de pensar de este mundo, pues al final todo eso se quedará atrás cuando Jesús retorne. Sigamos la verdad encarnada en Jesús, que en definitiva… ¡es el que va a ganar al final!

Ojala pudiéramos experimentar lo que vivió el personaje que encarnaba Jim Carrey en la película Mentiroso Compulsivo, un abogado que mentía más que hablaba y a causa de las mentiras perdió su matrimonio, su testimonio y hasta su dignidad. De repente no podía mentir y su vida cambió, porque la verdad es tan liberadora que cambia nuestras vidas y sus circunstancias. Ya lo dijo Jesús:

…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32)