Skip to main content

Por Julio Ortega 

Texto base: Romanos 8:16

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.”

(Romanos 8:16)

Seguimos hablando del maravilloso Espíritu Santo y de lo que hace por nosotros. Romanos 8:16 nos dice que el Espíritu Santo testifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Esta es una tremenda y poderosa verdad. ¿Por qué esto es tan importante y necesario?

Porque todos los seres humanos tenemos la tendencia a dudar, a cuestionarlo todo, a sufrir lo que denomino “duditis”, en algunos casos, de forma extrema. Dudas de toda índole vienen a la mente de cualquier persona. Pero la peor de todas es aquella que afecta lo más relevante:

¿Será que realmente soy hijo de Dios?

La Biblia nos dice que el Espíritu Santo testifica a nuestro espíritu. Dicho de otra manera, el Espíritu Santo nos asegura, diciéndoselo a lo más íntimo de nuestro ser, que somos hijos de Dios. Si hacemos lo que nos dice su Palabra, el Espíritu Santo lo deja bien claro y nos confirma esa verdad.

Cuánto necesitamos relacionarnos con el Espíritu Santo de esta manera. No solo en el tema de la filiación, sino en todos los pasos que hemos de dar, buscando que el Espíritu Santo testifique a nuestro espíritu todo aquello que es de Dios y lo que no lo es.

Que nos asegure, con la Biblia, lo que es voluntad de Dios para tener seguridad en las decisiones que cada día debemos tomar.

Porque el Espíritu Santo da testimonio.

El texto dice que “El Espíritu mismo” —nadie más, ni un ángel ni ninguna otra entidad— Él es quien da testimonio. Él es quien asegura nuestra salvación y nuestra filiación al Padre. Todo esto y mucho más es lo que hace el Espíritu Santo.

Cuánta razón tenía Jesús cuando dijo que el Espíritu Santo nos llevaría a toda verdad. Qué difícil sería vivir el cristianismo sin el Espíritu Santo, que testifica a nuestro espíritu la seguridad de nuestra salvación.

Oración

Gracias Dios por el testimonio del Espíritu, que nos da seguridad de que hemos dejado de ser solo creación de Dios para ser hijos de Dios y todo lo que ello implica.

Ayúdanos a ser sensibles a Su voz, más que a nuestro instinto, intuición y deseos, para que esta función del Espíritu Santo sea muy productiva en nuestro diario vivir.

En el nombre de Jesús, amén.