Durante su visita a Bilbao el pasado fin de semana el pastor Gary Wilkerson compartió una serie de anécdotas y reflexiones que desafían las concepciones tradicionales sobre el liderazgo espiritual. Su mensaje se centró en la importancia de la humildad y la presencia divina como verdaderos indicativos de un liderazgo genuino, contraponiéndose a las apariencias externas y a la ostentación.
Wilkerson comenzó su charla con una historia sobre su visita a Sudamérica, donde conoció a un pastor joven que impresionaba por su apariencia externa: traje elegante, gafas de sol y un séquito que lo acompañaba, incluyendo guardias de seguridad. A pesar del aura de importancia que proyectaba, Wilkerson planteó una pregunta simple pero profunda que buscaba penetrar más allá de la superficie: «¿Cuál es tu nombre?» Con esta pregunta, destacó que más allá del tamaño de la congregación que lideraba, lo esencial era la esencia y humanidad del pastor.
La narrativa continuó con su experiencia en África, donde el contraste entre las apariencias y la realidad se hizo aún más evidente. Describió una reunión con diversos líderes religiosos, donde un pastor de apariencia humilde y traje desgastado resultó ser el líder de una extensa red de 250 iglesias, sirviendo a dos millones de personas. Esta revelación fue un poderoso recordatorio de que las verdaderas dimensiones del liderazgo espiritual a menudo se ocultan detrás de la modestia y la sencillez.
Además de estas historias personales, Wilkerson aprovechó la oportunidad para resaltar la importancia de reconocer y valorar la labor de los pastores locales y miembros del comité organizador del evento. Pidió a todos los pastores que se pusieran de pie y recibieran un aplauso como reconocimiento a su trabajo duro y dedicación, enfatizando que el servicio humilde es más valioso que cualquier título o reconocimiento público.
Profundizando en su mensaje, Wilkerson abogó por un liderazgo que valore por encima de todo la presencia de Dios. Explicó que independientemente del tamaño de la iglesia o la cantidad de recursos, sin la presencia divina, los esfuerzos de cualquier congregación son en vano. Citó varios ejemplos de su propia vida ministerial, discutiendo las diversas fases por las que pasó su iglesia y cómo cada modelo de crecimiento que intentaron resultó insuficiente sin una genuina conexión espiritual.
El clímax de su discurso llegó cuando hizo un llamado apasionado a todos los presentes para que buscaran la presencia de Dios por encima de todas las cosas. «No quiero predicar, no quiero cantar, no quiero servir, a menos que sienta que la presencia de Dios está conmigo», afirmó, invitando a la audiencia a compartir esta visión de un liderazgo profundamente genuino guiado por la persona del Espíritu Santo.
El mensaje de Wilkerson no solo reta los indicadores convencionales de éxito en el liderazgo ministerial, sino que también sirve como un llamado a reflexionar profundamente sobre qué constituye un liderazgo efectivo y auténtico en el contexto espiritual. Su ponencia en Bilbao fue un recordatorio elocuente de que la verdadera grandeza en el ministerio se encuentra no en los logros visibles, sino en un corazón humilde y en una relación inquebrantable con lo divino.