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Do it yourself” “Hazlo tú mismo”.

No sé si este lema estaba en la mente de Ingvar Kamprad en 1943, cuando creo un negocio de venta que con el tiempo se convertiría en Ikea, una red global de tiendas dedicadas a la decoración y el equipamiento del hogar; pero sin lugar a duda el “hazlo tu mismo” es la marca característica de las tiendas de origen sueco. Al acceder a una de sus instalaciones, nos sumergimos en un verdadero laberinto donde se ofrecen los más variados artículos, desde un paño o una cucharilla de café, hasta una cocina completa que incluye todos los electrodomésticos; con una salvedad, todo se entregará a la salida, perfectamente embalado, y ¡¡desmontado!!; al llegar a casa comenzará la increíble aventura de montar nuestra “idanäs”, usando la “fixa” para apretar bien los “lootich” y poder mostrar nuestro juego de “gladelig” a nuestras visitas…   … todo con la satisfacción de haberlo hecho nosotros mismos.

El “hazlo tú mismo” se ha instalado de forma casi definitiva en nuestras vidas, y no se limita al mundo Ikea, sino que lo podemos encontrar en casi cualquier área de la vida; existen paquetes de auto construcción para que podamos hacer nosotros mismos desde la comida mas exótica, a la obra de arte mas asombrosa, o incluso a un automóvil totalmente útil.

Nuestra sociedad también ha normalizado, hasta el punto de considerarla como una practica no solo normal, sino aconsejable y saludable, el hazlo tu mismo en el territorio de la sexualidad; así la masturbación se ha convertido en una práctica que hasta la UNESCO se atreve a aconsejar se enseñe a niños a partir de los 5 años en su manual “Guía UNESCO de educación sexual para la autoafirmación de los jóvenes”, elaborada en 2009. Masturbarse, el hazlo tú mismo en cuestión de satisfacción sexual, es algo que esta totalmente normalizado y naturalizado, salvo lo que se consideran “prácticas patológicas” relacionadas con la adicción y el uso excesivo de la misma.

¿Y que piensa Dios? ¿Qué nos dice la Biblia?

Pues la realidad es que en el texto sagrado no hay ninguna referencia directa a la practica de la masturbación; a fuer de ser sinceros debemos admitir que, de hecho, y salvo aplicaciones laterales de algún principio bíblico, no hay ni siquiera una referencia lateral o indirecta al ejercicio de la auto satisfacción sexual.

Dios nos ha diseñado como seres sexuados, y en esa condición se hace necesaria, casi imprescindible, encontrar la forma de dar satisfacción a una necesidad que nos es sobrevenida; pero eso no puede suponer el aceptar que supeditemos nuestra salud espiritual, que pongamos en riesgo nuestro bienestar general a la satisfacción de un área concreta. Cuando no hay una norma clara de parte de Dios, especificada en su revelación escrita, La Biblia; entonces tenemos que usar nuestra capacidad de raciocinio, también dada por Dios para nuestro beneficio, para aplicar normas o principios generales. Hagámoslo con este asunto de la masturbación.

“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar por ninguna” 1ª Corintios 6:12

“Todo me es lícito, mas no todo conviene: todo me es lícito, mas no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.” 1ª Corintios 10:23-24.

Cierto que en la segunda de las porciones no se está refiriendo concretamente a temas relacionados con la sexualidad, cosa que, si hace de forma directa en la primera, sino a asuntos de alimentos y el origen de estos.

¿La masturbación conviene? ¿edifica?

Algunos responden a la primera pregunta con un rotundo: ¡sí!, y a la segunda con un indeterminado: “ni sí, ni no”. La argumentación es que la masturbación permite dar salida a los deseos y necesidades sexuales sin abocarnos al pecado de la practica de la fornicación; libera tensiones y tranquiliza; y además no daña a nadie, pues se da en soledad sin afectar a terceros. Respecto al asunto de la edificación, pues lo dicho, no se puede decir que nos edifica, pero tampoco perjudica o daña; se trataría de algo, en este aspecto, totalmente neutro. Otros llevan la argumentación mas lejos, el onanismo es beneficioso, no solo para el individuo, sino para la sociedad, pues quien encuentra satisfacción de esta forma mejora su salud, y evita situaciones que pueden ser de riesgo para terceros.

Desde eses puntos de vista casi podríamos recomendar la auto satisfacción sexual como una práctica no solo inocua, sino incluso beneficiosa.

¿La masturbación conviene? ¿puede llegar a dominarme?

Como hemos visto en la respuesta a las preguntas planteadas en relación con las cuestiones suscitadas a raíz de 1ª Corintios 10, hay una clara línea de opinión en favor de cierta conveniencia, por los supuestos beneficios que el auto alivio produce en la persona. Mayor problema encontramos al intentar responder a la segunda cuestión, pues es evidente, hasta el punto de estar tipificado por médicos y psicólogos, que la masturbación puede derivar con cierta facilidad en un hábito con tintes de adicción; en un dinámica obsesiva y claramente patológica; pero los defensores de esta práctica argumentan, con cierta razón, que casi cualquier actividad humana, en individuos no equilibrados psicológicamente, puede derivar en practicas obsesivas o patológicas; hasta algo tan recomendable como la oración, ha terminado siendo un  problema para algunos, lo que sin duda no hace mala de forma general el uso de la oración, pues lo mismo sucede con la masturbación, en individuos sanos y equilibrados, los beneficios que puede otorgar superan con creces los riesgos que solo se dan en personas cuyo problema es la falta de equilibrio y mesura.

¿Será todo esto cierto? Solo es posible una respuesta si realizamos un análisis un poco más profundo desde la razón; si escarbamos un poco más en la profundidad de los “beneficios”, los riesgos, y las consecuencias de mantener esta práctica en la vida de una persona.

¿Realmente conviene o edifica el uso de la masturbación en un creyente?

Comencemos por analizar lo que manifiesta el que un creyente se vea necesitado de buscar la auto satisfacción de sus deseos sexuales.

Debemos partir de la base de que el mismo Dios que puso en nosotros el deseo sexual, también proveyó de la forma, el lugar y el tiempo correcto para la satisfacción de ese deseo inherente al ser humano: el matrimonio. Dios ha diseñado una relación para la humanidad que se constituye en el entorno perfecto donde encontrar satisfacción a nuestro deseo sexual; pretender dar lugar al desarrollo de algún tipo de sexualidad fuera de ese marco es, cuando menos, una situación de claro riesgo; es buscar el bien fuera del lugar diseñado para el mismo; y sin lugar a duda, como sucede siempre que el hombre transgrede las formas de Dios, los resultados no serán en ningún caso buenos.

Pero, ¿y si no tengo pareja, debo morir insatisfecho en esta área si no la encuentro? No hay una respuesta fácil a esta pregunta, menos aún dada por alguien que no se encuentra en esa situación; pero la realidad es que, nuestras condiciones particulares, no son condicionantes para lo que es una clara norma divina: el sexo extramatrimonial, en cualquiera de sus formas, transgrede la norma divina, y no hay excusa para hacer tal cosa como romper las fronteras puestas por Dios porque mis condiciones personales sean difíciles. El sexo, en cualquiera de sus formas, tiene su lugar de ser, su entorno de expresión y disfrute dentro del matrimonio; la masturbación, entendida como auto satisfacción solitaria, está claramente fuera de ese ámbito. Un creyente que dice necesitar de auto complacerse porque no puede esperar a casarse, o porque no ha logrado hacerlo, está manifestando que la satisfacción sus deseos e impulsos, por muy humanos que estos sean, están por encima de lo marcado por Dios; traspasada una frontera, ¿qué razón habría para no traspasar otras? ¿Qué nos impide satisfacer otros deseos violando otras normas divinas? ¡¡Cuidado!! La tolerancia en estos asuntos comienza por algo aparentemente inocuo, y termina en una ausencia total de limitaciones.

Prosigamos con nuestro análisis, ¿Qué efectos tiene sobre una persona la práctica de la masturbación?

Cualquier acción repetida genera un hábito, y de forma muchas veces inconsciente, también conlleva el asentamiento de principios, de aprendizajes en nuestra vida; apliquemos esto al asunto que estamos tratando.

En primer lugar, la masturbación nos lleva al campo de la pornografía. Nadie puede practicar el onanismo en blanco, siempre se usa de algún tipo de imagen, sea de una persona en concreto, de determinadas partes de la fisonomía humana o de alguna practica sexual determinada; pero es una realidad que la persona que desarrolla este tipo de practica se ve en la necesidad de evocar algún tipo de imagen mental. Esto no es otra cosa que pornografía, que según define la RAE es la presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación. La evocación de imágenes para la practica de la masturbación no es otra cosa que un tipo de pornografía.

En segundo lugar, y asociado a lo anterior, esta práctica implanta, en la vida de quien hace uso de ella, un uso incorrecto de sexo, extrayéndolo de su entorno natural, y pervirtiéndolo para nuestro deleite personal. Como ya se ha expresado más arriba, la sexualidad humana se desarrolla en el ámbito de la pareja unida en matrimonio; cuando se extrae de ese espacio de desarrollo, para convertirla en algo solitario, unipersonal, se cae en el utilitarismo del que debería ser un complemento; se usa al hombre o a la mujer como un mero objeto para la satisfacción sexual, sin considera ni pensar siquiera en su voluntad, su deseo o su satisfacción. La masturbación lleva a considerar a los demás, a aquellos o aquello que evocamos, como una mera herramienta con la que lograr el placer momentáneo. Es necesario reflexionar, posiblemente esa actitud utilitarista, se traspase con facilidad al ámbito de las relaciones sexuales en pareja; llevando a despersonalizar a quien comparta nuestro lecho. La formula segura para el fracaso matrimonial.

En tercer lugar, esta práctica instala en quien la usa un concepto egoísta del sexo y de la relación sexual. En la masturbación se busca la auto satisfacción, lograr el placer uno mismo, sin considerar, ni pensar en ningún momento, en la satisfacción del otro; se busca esto, además, de forma rápida, y desprovista casi siempre de connotaciones relacionales, no se piensa en la relación con el otro, sino únicamente en lograr la satisfacción personal. El sexo se convierte en algo profundamente egoísta, y esto está radicalmente alejado del diseño divino; Dios planteo la unión sexual como ser una sola carne, como una unión que trasciendo lo físico, que es también emocional, e incluso espiritual; todo ello se olvida en la masturbación, y lo que se aprende, de hecho, es todo lo contrario: el importante en el sexo es el yo, nunca el otro. El daño que este aprendizaje incorrecto puede provocar en las futuras relaciones en pareja es difícil de evaluar, pero desde luego está muy lejos de ser inocuo. Lo que es normal en la auto satisfacción, solo lleva a la frustración en la relación sexual en pareja; el egoísmo, el auto interés, la búsqueda del placer personal por encima de cualquier otra cosa solo pueden dañar, y mucho, una relación en pareja, un matrimonio.

Solo teniendo en cuenta estos tres efectos, casi podemos atrevernos a afirmar que la respuesta a las preguntas que nos planteábamos es que: la práctica de la masturbación no conviene, pues los efectos que tiene en nosotros son más negativos que positivos; y desde luego, no edifica nuestra vida para el desarrollo de una sexualidad sana en pareja.

A ello debemos añadir que cuando sentimos placer sexual, sea en la forma que sea, a través de la relación en pareja o a través del onanismo, el cuerpo genera oxitocina, betaendorfinas y prolactina, que nos hace sentir bien, satisfechos y plenos; y que según algunos neurocientíficos tienen un efecto profundamente adictivo. También debemos considerar que esto forma parte del diseño divino, que Dios dispuso que esto sucediera de esta manera por alguna razón, porque esta “adicción” a la que lleva el placer, lo que provoca dentro de la pareja, en un profundo vinculo entre ambas partes, una sensación de necesidad del otro; sin embargo cuando esto se da en la masturbación, este efecto se distorsiona, y lleva con facilidad a un hábito adictivo, lo que es un gran peligro, pues en muchos casos la persona que se masturba habitualmente, mantendrá este hábito dentro de su relación de pareja. A la larga, y si se descubre, eso daña gravemente la confianza y la imagen de el otro miembro de la pareja, y en muchos casos lleva a la destrucción de esta.

La masturbación se convierte con facilidad en algo que domina la vida sexual de aquellos que la practican, y Pablo es claro: no nos dejaremos dominar por nada.

Concluyendo.

Podemos considerar que la masturbación es algo lícito, pues no encontramos en la Palabra una ley divina explicita que la condene; pero también podemos asegurar que no conviene, que no edifica, y que se corre el riesgo de ser dominado por ella.

Ahora cada quien decide, en la libertad que Dios nos ha concedido, si es un asunto en el que queremos vernos complicados.

Dios nos de sabiduría para saber transmitir esto a quienes nos rodean, a nuestro jóvenes y adultos, antes de que se adentren en un mundo en el que los daños posibles jamás se ven compensados por el supuesto beneficio logrado.

Y Dios nos de la capacidad de ayudar, guiándoles a conocer la realidad, a quienes ya han abierto tan peligrosa puerta en sus vidas, recordando que la gracia de Cristo es suficiente siempre.