Skip to main content

‘Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo’.

“Historia de dos ciudades” (Charles Dickens)

Así comienza el libro de Dickens “Historia de dos ciudades” (1859). Un texto que podría usarse para los tiempos que nos ha tocado vivir. Son tiempos confusos y difíciles. Tiempos de creer y de incredulidad, de luz y tinieblas.

Lo poseemos todo, pero al final no tenemos nada. El mundo vive en una insatisfacción constante. En definitiva, como decía el comienzo de su libro, “el peor y el mejor de los tiempos”. Él supo describir muy bien el momento que le tocó vivir, su época. Para entender lo que en ese periodo regía en su sociedad.

A nosotros, los cristianos, nos toca poder descubrir la situación de nuestro tiempo, si queremos salir airosos y avanzar con propósito firme hacia dónde Dios nos lleve.

Porque no todo vale. No todo es factible y adecuado.

Lo políticamente correcto impregna nuestro diario vivir, y no es otra cosa que una serie de ideas dogmáticas que quieren controlarlo todo y cercar nuestra vida.

Creo que los creyentes en cierta medida estamos siendo amedrentados por aquellos que se llaman tolerantes. Porque unos tenemos que tolerar todo, y otros, “los tolerantes”, atacan y amordazan al que no piense como ellos.

Siempre me gusto el calificativo “bueno” porque para mí ser bueno es una persona que da, ama, es humilde y no le gusta lo malo. En el primer salmo de la Biblia, Dios habla de quien es bueno: “El que no anda con malos que se deleita en Dios y su Palabra. Más tarde sigue diciendo: no así los malos…porque malos haberlos, haylos. Y lo peor es que ahora hay malos vestidos de buenos.

Lo “buenísimo”, según el diccionario es: “la actitud política y social que consiste en defender los mejores valores de las relaciones humanas, como la tolerancia y la solidaridad, e ignorar sus aspectos negativos de forma poco pragmática”. Y yo aquí añadiría la actitud espiritual.

Porque no se puede hacer cualquier cosa bajo el paraguas de la tolerancia y la solidaridad. Tolerar es aceptar la idea del otro, respetarla. Como dice la frase atribuida a Voltaire pero que parece que no escribió él sino su biógrafa.No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tú derecho a decirlo”, esa es la idea.

Pero este tipo de “buenísimo” que la sociedad de hoy proyecta es solo un falso reflejo y una moralina sin sentido. Porque si de algo adolece es de autocrítica y reflexión seria. Se envuelve de tolerancia, igualdad y progreso, pero en realidad es hacernos comulgar con ruedas de molinos. Se les llena la boca de solidaridad con el pobre hasta que ellos dejan de serlo y se levantan banderas con las que todos debemos alinearnos porque si no, esos mismos tolerantes no dudarán en lincharnos si no nos alineamos a sus ideas.

Podríamos hablar mucho de este tema, pero lo que realmente en estos tiempos me asusta es que el “buenísimo” ha llegado a la iglesia y ha llegado, parece ser, para quedarse. Porque últimamente todo llega para quedarse en esta amalgama del todo vale.

Alejándome de todo legalista que se cierne como baluarte de la verdad y que juzga sin propósito y con crueldad, he de decir que estoy un poco asustada con todo esto. Además, pareciera que si no eres de este tipo de nuevo cristianismo estas desfasado y en seguida te cuelgan el “sambenito” de legalista y falto de amor. Este evangelio del Dios es amor y por ende todo vale. Este legalismo liberal que sustituye doctrinas bíblicas y que arrasa la misma Palabra. Ideas como la de que todos somos salvos por el hecho de ser humanos y que Dios siendo tan bueno no puede permitir que la gente se pierda y mucho menos se vaya al infierno. Idea errada, ya que es bueno quien te avisa de que si sigues allí te irás al precipicio. ¿Malo quien avisó? No, tu caíste por tu propia negligencia.

Claro, que Dios es amor, evidentemente Él es bueno y un Dios de oportunidades. De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo para morir por nosotros. Esta es la bondad de Dios, este es su amor. Y si nos salimos de eso es querer ser más buenos que Él. Jamás podremos alcanzar su bondad infinita. Y lo peor de todo, desvirtuaremos su gracia. ¡Cuidado! Nunca debemos de olvidar que su gracia es gratis pero no barata. Y eso amigos es altamente peligroso. Porque no olvidemos que lo contrario de la bondad es la maldad, no la justicia.

Opinión

Fortaleciendo la Unidad

Redacción FIEL8 de abril de 2024
Opinión

Te necesito

Redacción FIEL5 de abril de 2024
Opinión

Tres características ante los problemas

Redacción FIEL1 de abril de 2024