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Seguro que todos hemos visto algún anuncio en el que se oferta, a un increíble precio, un novedoso utensilio; habitualmente innecesario, regularmente inútil, y siempre prescindible. Suele suceder que además del increíble precio de oferta se añada, “solo” para los primeros compradores, un producto exactamente igual de regalo; y por si eso fuese poco, sin coste adicional, se incluirá un set de manicura, unos cuchillos que nunca perderán el filo, una cómoda bolsa de transporte, y el envío totalmente gratuito en apenas unos días, todo ello con un “valor de mercado” que incluso puede ser superior al producto que se estaría vendiendo.

Todos presumimos de ser demasiado inteligentes para caer en la evidente trampa, nadie puede vender Euros a 50 céntimos; pero la realidad es que todos esos negocios televisivos, no solo sobreviven, sino que ¡proliferan! Esto es así, posiblemente, por la necesidad de nuestra sociedad de convencerse de que es posible obtenerlo todo, sin que tenga un coste real adecuado al valor de lo adquirido. La realidad suele encargarse de desmontar esa idea a aquellos que pican en el anzuelo.

El problema realmente importante surge cuando esto sucede a nivel espiritual, con la “venta” de un evangelio de oferta, barato; un evangelio que no solo no exige un compromiso vital oneroso, sino que incluye todas las “bendiciones” posibles: prosperidad, sanidad, continua victoria, felicidad, éxito, el cielo y la gloria en la tierra.

El problema se acrecienta porque cada día son más los seducidos por esos “evangelios” que son, finalmente, totalmente opuesto al genuino evangelio de Gracia de Jesús. Cada día aparecen más gurús vendedores de “evangelios” adaptados a los deseos del consumidor. Son “evangelios” que desdibujan el pecado, el arrepentimiento, la conversión y la transformación del “comprador”. Grandes ofertas en salvación.

Resulta terrible porque, tarde o temprano, los ansiosos “clientes” descubrirán la calidad de lo adquirido, y esta no se corresponde con sus necesidades reales. Si el descubrimiento se retrasa, hasta el encuentro con el Juez Eterno, darse cuenta de que han caído en las redes del engañador ya no tendrá remedio.

Pero es también doloroso que algunos ministros sientan la tentación de sumarse a esa panoplia de vendedores de humo; seducidos, sin duda, por el éxito evidente de sus locales llenos y sus arcas bien nutridas; y terminen parte del ejército de vendedores del evangelio más barato.

Recordemos la advertencia del apóstol en 1ª Timoteo 4:1 “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”. Cuidémonos de ser seducidos por la oferta del euro a 50 céntimos; no rebajemos el evangelio que costó precio de sangre para convertirlo en una oferta inútil que, prometiéndolo todo, no da nada. No compremos, ni prediquemos barato humo, donde solo hubo una costosísima cruz.

Si no tuviéramos cuidado, el Señor lo demandará de nuestra mano.

EditorialOpinión

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